Un Bailongo

de Carlos Gardel

Hace como una semana
que un paisandero mistongo,
me invitó para un bailongo
en el pueblo de las ranas.
Las principales bacanas
de toda la población
se fueron pa' la función
a la fiesta enarboladoas,
porque habían sido invitadas
con tarjetas de cartón.

La orquesta se componía
de bandoneón y guitarra,
porque esta era una farra
de las que muy poco había.
Cada siofica tenía
en el baile su bacana,
o mejor dicho su dama,
pa' desempeñar un rango
y poder bailar un tango
Pero muy, de… de… de la banana.

Los músicos empezaron
y el que hacía de bastonero,
le brindó a cada ranero
una mina, y se largaron.
Los acordes resonaron
del bandoneón armonioso,
cada hembra con su mozo
salieron como pegaos,
porque el baile había empezao
con un tango perechocho.

La farra en orden seguía,
Todos guardaban respeto,
pero empezó a hacer efeto
la ñaca que se servía.
Un pardo flaco que había
gritó: que cante un Carlos Gardel,
mi compadre es payador
y le dijo tome usté
las guitarras y cantemé
unas décimas de amor.
Juana Arrabal que es,
a ella misma cantelé
y algo también digalé
a la parda Filipina.
Déjese de esas pamplinas
la china Rosa gritó
y el pardo lo que junó,
que le daban poco corte,
saltó como un resorte
Y el bochinche allí se armó
como una luz de ligero.

El pardo un brinco pegó
y enseguida resbaló
de la cintura un talero,
ahí nomás a un canfinflero
le acomodó un garrotazo
y a otro le dió un zurdazo,
y la negrita Pacheca
gritaba: dejen la chica
y le acomodó un sillazo.

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