Marioneta

de Carlos Gardel

Tenía aquella casa no sé qué suave encanto
en la belleza humilde del patio colonial
cubierto en el verano por el florido manto
que hilaban las glicinas, la parra y el rosal...

¡Si me parece verte! La pollerita corta,
sobre un banco empinadas las puntas de tus pies,
los bucles despeinados y contemplando absorta
los títeres que hablaban, inglés, ruso y francés.

-¡Arriba, doña Rosa!...
¡Don Pánfilo, ligero!...
Y aquel titiritero
de voz aguardentosa
nos daba la función.
Tos ojos se extasiaban:
aquellas marionetas
saltaban y bailaban
prendiendo en tu alma inquieta
la cálida emoción...

Los años de la infancia risueña ya pasaron
camino del olvido; los títeres también.
Piropos y promesas tu oído acariciaron...
te fuiste de tu casa, no se supo con quién.

Allá entre bastidores, ridículo y mezquino,
claudica el decorado sencillo de tu hogar...
Y vos, en el proscenio de un frívolo destino,
¡sos frágil marioneta que baila sin cesar!

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